"Elegí la danza porque mi hermana mayor la practicaba y siempre quise hacer lo mismo que ella. Empecé tomando clases de hip hop y me enamoré enseguida. La danza me dio algo por lo que esforzarme; siempre había gente que era mejor que yo, y me motivaban para seguir esforzándome. Pero también era una vía de escape. Cuando estaba en el estudio de danza, me animaban a expresarme de todas las formas posibles. Cuando llegué a la UCLA, me uní a un club llamado "Expressive Movement Initiative", que enseñaba a bailar a niños con discapacidades. Yo ya había enseñado a bailar a niños, pero nunca a niños con discapacidades. Sabía que sería un reto, pero estaba dispuesta a intentarlo. Hasta ahora, me ha encantado. Ver a estos niños aprender a expresarse a través de la danza es inspirador. Creo que a las personas con discapacidad no se les reconoce lo suficiente; pueden hacer todo lo que cualquier persona puede hacer, solo que de una forma ligeramente diferente. Tener un club en el que la gente está dispuesta a conocer a estos niños es realmente especial. Crea un espacio libre para ellos del que no disponen lo suficiente".
"Bailar es divertido. Nadie odia bailar. La danza es una forma de expresar los sentimientos a través del cuerpo. Mucha gente se sube al escenario y baila para el público, pero los artistas siempre dicen que primero hay que bailar para uno mismo, y es verdad. El público no entenderá tu mensaje si tú no lo haces, pero lo bueno es que la danza te da la libertad de escribir tu propia historia".