"A los 18 años, mi padre y yo pusimos en marcha un negocio de mantenimiento de máquinas de bebidas. El negocio se inspiró en mi padre, que siempre se quejaba de que las empresas de bebidas con las que trabajaba tenían problemas para reparar sus máquinas y de la falta de comunicación entre los técnicos y los restaurantes. Se me ocurrió la idea de servir de intermediario entre ambos. Cuando una máquina de bebidas funciona mal, somos la empresa a la que la compañía llama para repararla.
Crear una empresa fue una experiencia de aprendizaje enorme, pero fue útil trabajar con alguien que tuviera experiencia. Tuvimos la suerte de tener un cliente incluso antes de abrir nuestras puertas. Como fundador de este negocio, tuve la oportunidad de presenciar la empresa en cada etapa de su crecimiento. A medida que crecíamos, decidimos empezar a subcontratar ciertas tareas para ser más eficientes. Cuando empezamos hace tres años, éramos solo nosotros dos, mi padre y yo. Ahora tenemos un equipo de diez personas.
Me apasiona el espíritu empresarial porque mezcla creatividad y economía. Cuando empezamos la empresa tuvimos que mantener la organización porque había muchas bolas diferentes en el aire. La mayor lección que aprendí fue a ser transparente con los clientes y los compañeros para garantizar el éxito del negocio."
"Mi mayor consejo para los jóvenes empresarios es que empiecen siempre con un producto mínimo viable. Suena técnico, pero es un producto inicial que se lanza para obtener feedback antes de invertir recursos sustanciales. Todo lo que hace falta para emprender es una idea y determinación".